We live in a time when many parents want their children to be happy, free, and self-confident. Yet, without realizing it, we sometimes plant the very fear and insecurity we wish to prevent.
We want them to trust themselves, but we correct them harshly when they make mistakes.
We want them to be free, but we control every decision they make.
We want them to be happy, but we raise them with fear: fear of mistakes, of failure, of what others might say.
And so, little by little, we raise fragile children: crystal children; bright on the outside, yet vulnerable on the inside.
Children who shatter in the face of frustration, who freeze when things don’t go as expected, who seek constant validation because they never learned to stand on their own.
The trap of overprotection
The desire to protect our children is natural. But when protection becomes a bubble, we deprive them of one of life’s most formative experiences: facing difficulties and learning from them.
Every time we solve a problem for them, keep them from making mistakes, justify their behavior, or blame the environment, we send a silent message:
“You can’t do it alone.”
“I don’t trust that you can handle it.”
And that message, repeated again and again, turns into a belief.
Overprotection, though born from love, ends up weakening character.
When “NO” becomes unbearable
Yesterday, I saw a news story that shook me. In the Polanco neighborhood of Mexico City, a 13-year-old boy shot his mother after she took away his cellphone as a disciplinary measure. Fortunately, the mother survived, but the event leaves much to reflect upon.
This shocking incident illustrates a growing trend: children (and teenagers) have less and less tolerance for hearing “no.”
When frustration has never been trained, when every desire becomes a command, when limits are not set by loving authority but by uncontained desire… the result can range from tantrums to aggression.
That “no” we try so hard to protect them from eventually feels so foreign that they react with discomfort, anger, or violence.
Children who learn to use the stones in their path
To educate is not to remove stones from the path, but to teach how to build with them. Each obstacle can become a lesson: resilience, empathy, autonomy, perseverance.
When we accompany without overprotecting, we allow our children to discover their inner strength.
When we let them make mistakes, they develop judgment.
When we help them rise instead of keeping them from falling, they grow in confidence.
Life will not always be smooth, but they can learn to walk steadily on uneven ground.
How to raise strong children in a fragile world
- Let them make mistakes. Errors are part of growth, not signs of failure.
- Validate emotions, not excuses. Help them name what they feel, but also take responsibility for their actions.
- Encourage autonomy. Let them make age-appropriate decisions, even if they’re not the ones you’d make.
- Model resilience. If they see you face your own challenges with calm and hope, they’ll learn to do the same.
- Celebrate effort, not just results. Teaching them to value the process prepares them for life’s real challenges.
Closing the Circle: Love and strength
Raising strong children doesn’t mean hardening them. It means loving with limits, guiding with trust, and leading by example.
It means believing they can, even when you fear they can’t.
Because in the end, what will protect them most is not your constant presence, but the inner tools you helped them build.
Do not remove the stones from their path. Teach them to do something with them: a bridge, a fortress, or a story that makes them wiser
Final Reflection
To educate is not to create a world without stumbles, but to prepare our children to walk through them with confidence and a steady heart.
To protect is not to wrap them in fear, but to strengthen them with love and trust.
As adults, we face the challenge of turning overprotection into conscious guidance, of letting go with faith and watching with pride as they learn to fly, even if they wobble at first.
Because children don’t need a path without stones, they need to learn to build their own destiny with them.
May every “no” become a chance to grow, and every fall, a reminder that they are learning to rise.
With love,
Miss Gaby Castellanos
Head of School
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Niños de Cristal: Cuando la sobreprotección apaga su brillo
Vivimos en una época en la que muchos padres desean que sus hijos sean felices, libres y seguros de sí mismos. Sin embargo, sin darnos cuenta, a veces sembramos el miedo y la inseguridad que justamente queremos evitar.
Queremos que confíen en sí mismos, pero los corregimos con dureza cuando se equivocan.
Queremos que sean libres, pero controlamos cada decisión que toman.
Queremos que sean felices, pero los educamos con miedo al error, al fracaso o al qué dirán.
Y así, poco a poco, criamos niños frágiles: niños de cristal, tan brillantes por fuera como vulnerables por dentro.
Niños que se quiebran ante la frustración, que se paralizan cuando algo no sale como esperaban, que buscan validación constante porque no aprendieron a sostenerse desde adentro.
La trampa de la sobreprotección:
El deseo de proteger a nuestros hijos es natural. Pero cuando convertimos esa protección en una burbuja, los privamos de la experiencia más formadora de la vida: enfrentar las dificultades y aprender de ellas.
Cada vez que resolvemos un conflicto por ellos, que evitamos que se equivoquen, que justificamos su conducta o culpamos al entorno, enviamos un mensaje silencioso:
“No puedes solo.”
“No confío en que lo logres.”
Y ese mensaje, repetido una y otra vez, se convierte en creencia.
La sobreprotección, aunque nace del amor, termina debilitando el carácter.
Cuando el “NO” se vuelve insoportable
Ayer vi una noticia que me sacudió. En la colonia Polanco, Ciudad de México, un adolescente de 13 años le disparó a su madre luego de que ella le quitara el celular como medida de disciplina. Afortunadamente, la madre sigue con vida pero nos deja muchos espacios para la reflexión.
Ese suceso estremecedor ilustra una tendencia cada vez más frecuente: los niños (y adolescentes) cada vez tienen menos tolerancia a un “no”.
Cuando no hemos entrenado la frustración, cuando cada deseo se vuelve mandato, cuando el límite no lo marca la autoridad amorosa, sino el deseo sin contención… el resultado puede ir desde el berrinche hasta la agresión.
Ese “no” que tanto buscamos proteger, al final puede parecer tan extraño para ellos que reaccionan con incomodidad, ira o violencia.
Niños que aprenden a usar las piedras del camino
Educar no es quitar piedras del camino, sino enseñar a construir con ellas.
Cada obstáculo puede transformarse en aprendizaje: resiliencia, empatía, autonomía, perseverancia.
Cuando acompañamos sin sobreproteger, permitimos que nuestros hijos descubran su propia fuerza.
Cuando los dejamos equivocarse, desarrollan criterio.
Cuando los ayudamos a levantarse, no a evitar caer, crecen en confianza.
La vida no será suave, pero pueden aprender a caminar firmes sobre terreno irregular.
Cómo criar hijos fuertes en un mundo frágil
- Permite que se equivoquen. Los errores son parte del proceso, no señales de fracaso.
- Valida sus emociones, no sus excusas. Ayúdalos a reconocer cómo se sienten, pero también a responsabilizarse de sus actos.
- Fomenta la autonomía. Deja que tomen decisiones acordes a su edad, aunque no siempre elijan lo que tú harías.
- Modela la resiliencia. Si te ven enfrentar tus propios desafíos con serenidad y esperanza, aprenderán a hacer lo mismo.
- Celebra el esfuerzo, no solo el resultado. Enseñarles a valorar el proceso los prepara para los retos reales de la vida.
Cierra el círculo: Amor y fortaleza
Criar hijos fuertes no significa endurecerlos. Significa amar con límites, acompañar con confianza y guiar con ejemplo. Significa confiar en que pueden, incluso cuando tú temes que no.
Porque al final, lo que más los protegerá no será tu presencia constante, sino las herramientas internas que les hayas ayudado a construir.
No les quites piedras del camino. Enséñales a hacer algo con ellas: un puente, una fortaleza o una historia que los haga más sabios
Reflexión final
Educar no es crear un mundo sin tropiezos, sino preparar a nuestros hijos para caminar sobre ellos con seguridad y corazón firme.
Proteger no es envolverlos en miedo, sino fortalecerlos con amor y confianza.
Como adultos, tenemos el reto de transformar la sobreprotección en acompañamiento consciente, de soltar con fe y mirar con orgullo cómo aprenden a volar, incluso si al principio tambalean.
Porque los hijos no necesitan un camino sin piedras, necesitan aprender a construir con ellas su propio destino.
Que cada “no” sea una oportunidad de crecimiento, y cada caída, un recordatorio de que están aprendiendo a levantarse.
Con cariño,
Miss Gaby Castellanos
Directora General
